Cargando...

Sostenibilidad y centros especiales de empleo

COMPASSS (dinamización)

Temática:

  • COVID-19

Por Josefa Torres Fernández (Secretaria General de FEACEM)

La sostenibilidad, que en su concepción actual aparece por primera vez en el informe de Naciones Unidas “Nuestro futuro común”[1] publicado en 1987,  persigue garantizar las necesidades del presente pero sin comprometer a las generaciones futuras. Es un concepto que busca alcanzar un equilibrio entre tres pilares esenciales: el crecimiento económico, el desarrollo social y la protección medioambiental; y cuyo objetivo final es mejorar sustancialmente la vida de todas las personas.

Para alcanzar este objetivo, en 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre Desarrollo Sostenible[2]. Esta Agenda incluye 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y constituye un llamamiento a todos los actores para que, con la acción conjunta, se ponga fin a la pobreza, se proteja a nuestro planeta y se mejore la vida de las personas en todo el mundo.

Los ODS interpelan a todos los sectores de la sociedad, también a las empresas. Todas las empresas, en su compromiso por contribuir a lograr un desarrollo sostenible, deben, por tanto, asumir ese equilibrio entre las tres dimensiones: económica, social y ambiental.

En este contexto, la razón de ser de los Centros Especiales de Empleo de Iniciativa Social está plenamente alineada con los ODS y aportan una contribución transversal a las diferentes dimensiones de los ODS y, muy especialmente, con una mayor confluencia en la contribución al Objetivo 8: “Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”

Este Objetivo pretende conseguir un crecimiento económico sostenible e inclusivo, que beneficie a todas las personas por igual y no perjudique el medioambiente. Pero esto solo podrá conseguirse creando empleo decente para todas las personas, especialmente para mujeres, jóvenes y otros grupos en situación de vulnerabilidad, como las personas con discapacidad.

Es aquí donde adquiere una especial relevancia el trabajo de los Centros Especiales de Empleo, como generadores de oportunidades de empleo para personas con discapacidad y, muy especialmente, la función social cualificada de los Centros Especiales de Empleo de Iniciativa Social que, como paradigma de la empresa social y entidades de la economía social, compaginan y promulgan el equilibrio entre el “valor social” y la “rentabilidad económica”, al ser un modelo de empresa en la que priman las personas y que reinvierte los posibles beneficios en la consecución de un fin social. Finalidades que los convierten en fórmulas de empleo que aportan un importante “valor social diferencial”.

Desde la aprobación de la Agenda 2030 en 2015 y hasta este momento, el mundo ha sufrido cambios muy disruptivos y, además, nos estamos enfrentando, por la crisis provocada por la COVID-19, a unos desafíos sin precedentes para nuestra sociedad con consecuencias todavía impredecibles.

En estos años, en el ámbito del empleo, han surgido nuevas realidades que pueden dificultar, aún más, el acceso y el mantenimiento del empleo en igualdad de oportunidades a las personas con discapacidad: las propias dinámicas del mercado de trabajo se están configurando cada vez más como barreras que impiden y/o limitan el acceso y mantenimiento del empleo de las personas con discapacidad y de otros colectivos vulnerables.

La globalización abrió una nueva era para la economía, el trabajo y la sociedad: sociedad “VUCA”[3]y[4]. Este nuevo escenario está caracterizado por:

  • La volatilidad
  • La incertidumbre
  • La complejidad.
  • La ambigüedad

Nos encontramos ante una nueva realidad del trabajo, caracterizada por: las tendencias demográficas, económicas, tecnológicas, ambientales y sociales; la crisis del “empleo”; la crisis del estado de bienestar; la desregulación, la dualidad y la polarización del mercado de trabajo; los nuevos modelos productivos; el debate sobre la cantidad y calidad del trabajo; la irrupción disruptiva en el sistema productivo de la tecnología; la  “revolución 4.0.”;…

El Internet de las Cosas, los sistemas de tratamiento masivo de datos,  Inteligencia Artificial, Impresión 3D, Cloud Computing, Realidad Virtual y Aumentada, Robótica, Nanotecnologías, Neurotecnologías, Biotecnología, Sistemas de almacenamiento de energía, Drones,…son los artífices de la  revolución 4.0. La tecnología es un reto pero también una oportunidad, tendrá efectos disruptivos sobre el empleo, las ocupaciones, las habilidades necesarias, la brecha salarial, la desigualdad y la polarización del mercado de trabajo.

El futuro del trabajo está en una encrucijada para la que aún no hay una respuesta clara: ¿Qué empleos van a desparecer? ¿Cuáles se van a crear?  ¿Cómo serán? ¿Alcanzarán para todos? ¿Trabajaremos más o trabajaremos menos? ¿Cómo van a ser las relaciones laborales? ¿Y los sistemas de protección social?...

Y en este contexto volátil, incierto, complejo y ambiguo aparece una crisis sanitaria, un riesgo incontrolado e impredecible.

La economía global va a experimentar en 2020 la mayor recesión conocida desde la II Guerra Mundial. No nos habíamos enfrentado a una situación similar desde los años 30 del siglo pasado.

La situación en nuestro país no difiere de la situación global, e incluso, puede ser más negativa que en algunos países de nuestro entorno. Las perspectivas económicas negativas se han visto ya confirmadas con la caída del PIB y, desgraciadamente, la pérdida de empleo también se vislumbra si atendemos a los datos del número de afiliados a la Seguridad Social.  

Estas negativas previsiones, en un marco presidido por la incertidumbre, pone en peligro la sostenibilidad y viabilidad de numerosas empresas de nuestro país, obviamente también de los Centros Especiales de Empleo, con un riesgo cierto de destrucción de miles de empresas y de empleos, un incremento de los niveles de desempleo, un incremento de las desigualdades sociales y un aumento exponencial de las personas en situación de vulnerabilidad.

La lenta recuperación de la actividad económica, en este momento de “nueva normalidad”, y la mejora de las expectativas económicas en el año 2021 y, fundamentalmente, de 2022 debe ser el inicio de la “reconstrucción” económica y social que debe servir para impulsar, en el futuro inmediato, un crecimiento inclusivo y sostenible.

De la incertidumbre de estos momentos solo podemos extraer algunas certezas:

  • Es necesario evitar el riesgo de que una parte considerable de los efectos negativos de la crisis del COVID-19, previsibles a corto plazo, se conviertan en permanentes, fundamentalmente, en cuanto a las consecuencias sobre el empleo.
  • Se van a producir cambios en los procesos productivos, cambios organizativos y en el consumo.
  • Se van a producir cambios en los propios modelos de negocio.
  • Se van a aceleración los procesos de transformación digital.
  • Se van a acelerar las consecuencias de la “revolución 4.0”.
  • El mercado de trabajo va a requerir nuevas competencias y habilidades profesionales.

Estas certezas van a tener un claro impacto en el empleo, también en el empleo de las personas con discapacidad.

La crisis que ha provocado la pandemia ha supuesto agudizar la situación de desventaja de las personas con discapacidad en cuanto a su participación en el mercado de trabajo; situación que, con toda probabilidad, se verá agravada en los próximos meses y ha acelerado los cambios en los procesos productivos.

Todo está cambiando, nosotros también. Los Centros Especiales de Empleo de Iniciativa Social, para seguir contribuyendo a la sostenibilidad, debemos apostar por adoptar estrategias que “orienten el cambio”. Y las claves para conseguirlo estarán en:

  1. La transparencia, la ética y nuestros valores, que han sido pilares de nuestro desarrollo, deben ser ahora también la base sobre la que pivote nuestra transformación.
  2. La cooperación entre nuestros centros, con las empresas y con las administraciones públicas será una respuesta ineludible a los retos que tenemos planteados.
  3. Nuestras actividades deben desplegarse desde un “modelo de producción circular”. Analizando los impactos ambientales y adoptando medidas para minimizándolos. Además, debemos aprovechas las oportunidades, fundamentalmente de empleo, que va a generar la economía circular.
  4. La transición digital, como estrategia para adaptar nuestras estructuras a modelos productivos más competitivos, más flexibles y maximizando su eficiencia.
  5. La transformación productiva, promocionando nuevas líneas de actividad vinculadas al desarrollo social sostenible y a los nuevos sectores estratégicos.
  6. La persona con discapacidad en el centro de la gestión del “cambio”, de los procesos de transición y de las transformaciones. Instaurar la cultura del cambio.
  7. La formación como palanca permanente para la transformación: nuevas capacidades, nuevas competencias, nuevas habilidades y nuevos perfiles profesionales.

Con todo ello reforzaremos nuestra contribución al desarrollo sostenible y a sus tres pilares,  transformando, desde la innovación, los centros especiales de empleo de iniciativa social: mejorando su capacidad empresarial, impulsando la generación de oportunidades de empleo de calidad para las personas con discapacidad y focalizando sus actividades para aportar soluciones, desde estas empresas sociales, a los nuevos retos económicos y sociales.

[1] Informe titulado «Nuestro futuro común» de 1987, Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo

[2] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/development-agenda/

[3] Stiehm, J. H. (2010). U.S. Army War College: Military Education In A Democracy. Temple University Press

[4] Bodenhausen, G. V., & Peery, D. (2009). Social Categorization and Stereotyping In vivo: The VUCA Challenge . Social and Personality Psychology Compass

Comentarios